FRANCESC RUIZ I QUESADA. La alteridad velada, o la mirada del alma, en la obra de Bartolomé Bermejo, Retrotabulum, 4, 2012.
ISSN: 2014-5616
Algunas de las obras que comentamos tienen un esquema compositivo análogo, pero lleno de maravillosos matices. En ellas se resigue la idea de que Cristo, o el poder de la luz, no abandona a sus seguidores en los momentos más difíciles, principalmente cuando se produce el acecho del poder alternativo. El artista deja constancia de dicha presencia en los retablos de Santo Domingo de Silos y Santa Engracia, ambos pintados en su etapa aragonesa, y el de Santa Ana y Santa Eulalia de Mérida, llevado a cabo para el altar mayor de la iglesia del monasterio de Santa Ana de Barcelona. La luz velada que procede de un rostro nos transporta al alma de santa Eulalia y las miradas de algunos personajes a uno de los milagros póstumos de la bienaventurada.
En contraste con las virtudes representadas por Bermejo, identificamos a la Blasfemia y las miradas que el artista dibujó a la hora de representar la cautela, la bondad-sinceridad, el cinismo–hipocresía, la soberbia y la arrogancia de la humanidad. En la magnífica Piedad de Peralada, las aguas que manan del costado de Jesús son las aguas vivas del rio de la Vida, a las cuales se refiere la antífona Vidi aquam inscrita en el pavimento, y su sangre redime el pecado. Con esas aguas, Cristo consagra su Iglesia.
En obras como la Epifanía de la Capilla Real de Granada, nos alejamos de la lectura más convencional y ponemos de relieve algunos aspectos que podrían formar parte de un inexplorado paradigma creativo, en el que las tribunas prefiguran el Paraíso y las puertas carecen del dintel del antiguo guardián. Muy probablemente a través de los Allyncbrood, Bartolomé Bermejo conoció la pintura que se gestó en la ciudad de Brujas de la mano de maestros como Philippe de Mazerolles, Petrus Christus o Hans Memling, sin dejar de lado la huella que en dicha urbe dejó el genio de Jan van Eyck ni los contactos artísticos entre Christus y Dirk Bouts. Una influencia que también incidió en Rodrigo de Osona y su taller. En la obra de Bermejo, el pasado, el presente y el futuro se unifican y el artista imprime en ella la genialidad propia de uno de los principales creadores de su tiempo.
Texto: Francesc Ruiz i Quesada