La chape de Saint-Louis-d’Anjou. Trésor textile du XIIIe siècle de l’opus anglicanum. Basilique Sainte-Marie-Madeleine, Saint-Maximin-la-Sainte-Baume
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Descripción
FRANÇOISE SUR. La chape de Saint-Louis-d’Anjou. Trésor textile du XIIIe siècle de l’opus anglicanum. Basilique Sainte-Marie-Madeleine, Saint-Maximin-la-Sainte-Baume, Somogy, 2013, 112 p.
ISBN: 9782757206898
Investida por el peso de la historia y la reputación de un personaje inusual, la capa de San Luis de Anjou fue declarada monumento histórico el 31 de mayo de 1897. Este tejido bordado ha formado parte de cinco exposiciones de renombre desde la Exposición Universal del año 1867 en París, hasta el 2012, cuando acompañó al frontal de los Cordeliers de Toulouse, una obra de similar factura. Tras haber sido venerada como una reliquia durante siete siglos, actualmente ha adquirido la dimensión de obra de gran relevancia artística.
La vida de Luis de Anjou resulta en gran medida paradójica. Hijo de Carlos II, conde de Provenza y rey de Sicilia, pasó su adolescencia en cautiverio en las fortalezas del rey de Aragón, siendo custodiado estrechamente por guardias de escasa humanidad. Después de haber recuperado su libertad a los 21 años, de inmediato comenzó a manifestarse su vocación religiosa. En Montpellier, pocos días después de su liberación, tomó el hábito de los franciscanos, una elección acorde a sus ideales: de igual manera que los seguidores de San Francisco, Luis tenía la intención de vivir en la más completa miseria. No se trataba simplemente de carecer de posesiones, sino de vivir en la mendicidad y lograr el desapego del mundo, con el fin de acceder a las mayores virtudes, de la humildad a la más ferviente caridad. Con tenacidad sorprendente para su edad, persistió y finalmente consiguió obtener del Papa Bonifacio VIII una toma de hábito secreta. Unos días después, el 30 de diciembre de 1296, fue consagrado obispo de Toulouse por el propio Papa. Este compromiso le permitió tomar públicamente el hábito a inicios de febrero del año siguiente. Era un príncipe de la flor de lis, era obispo y era franciscano, pero vivió estra paradoja con gran lucidez, una actitud que ayuda a explicar cómo un franciscano prendado de la pobreza podía tener en su ajuar una capa que constituye un auténtico tesoro. Esta suntuosa vestimenta episcopal no fue encargada personalmente por él: necesitó de algunas años para ser realizada, mientras que Luis falleció el 19 de agosto de 1297, menos de ocho meses después de su consagración episcopal. Se trataría pues de un don, un regalo de sus padres o bien de Bonifacio VIII. Si lo hubiera llevado, sería en público para honorar el culto, mientras que por debajo habría conservado el hábito franciscano.
La obra de arte se ha conservado, como testimonio de una santidad que va más allá de las apariencias. La aparición en Europa de las primeras capas bordadas de este tipo (opus anglicanum) constituyó una revelación. Las vestimentas litúrgicas decoradas con bordados ingleses fueron en realidad los regalos más bellos que Inglaterra podía ofrecer a un prelado: captaban la luz y espiritualizaban los gestos del orador. La iconografía de la capa se hace eco de la liturgia medieval de veneración a la Virgen María. Las escenas bíblicos no son sólo decorativas, sino también destinadas a crear un ambiente espiritual.