Durante la baja Edad Media los banquetes de nobles y reyes eran celebraciones extremadamente refinadas organizadas con una etiqueta rígida y complicada que abarcaba desde la forma de poner la mesa hasta la de trinchar y servir los alimentos; sin embargo, la imagen popular que se tiene de ellos es la de reuniones, poco menos que salvajes, donde se comían cantidades enormes de alimentos, se bebía sin tasa y de los que las buenas maneras y la higiene estaban ausentes. Una imagen caricaturesca que el cine de Hollywood inventó y ha calado firmemente en la mentalidad de la gente afianzada en los últimos años por la moda de recrear la Edad Media en celebraciones turísticas que ha inundado de un extremo a otro nuestro país.
El conocimiento que tenemos de la Edad Media gracias a la arquitectura, la pintura, la escultura, los vitrales, los frescos, las miniaturas, e incluso los tapices es enorme. El día a día se presenta ante nuestros ojos captado con la precisión y la proximidad a la realidad que los artistas de este periodo buscaban. La pintura es un documento que nos proporciona datos curiosos, pero, sobre todo, pone imagen a lo que, a veces, ya sabemos por los textos. Tenemos imágenes de cómo eran los suelos, las tapicerías, la vajilla, cómo ponían y quitaban las mesa, o cómo les preocupaba que se les mancharan los manteles con el vino que caía del borde de las jarras y los protegían con salvamanteles; cómo se danzaba tras la comida, cómo iban vestidos, etc. Tras una minuciosa observación, podemos decir que casi todo tiene su imagen en los banquetes que pintaron en este periodo.